Cuando el cuerpo grita lo que el alma no ha podido decir
- Valentina Guida Martinez
- 17 jul
- 2 Min. de lectura

No siempre fue así.
Quizás antes tenías más energía, más claridad, más confianza. Pero con el tiempo, algo cambió. Te sientes hinchada, irritable, con digestión lenta, brotes en la piel, ansiedad que no sabes de dónde viene.
Y aunque lo atribuyes al estrés, la comida o las hormonas…
hay algo más profundo.
Tu cuerpo está inflamado.
Y tal vez, te desconectaste de tu centro.
¿Qué es la inflamación realmente?
La inflamación no es el enemigo. Es una alarma biológica.
Una respuesta de defensa que el cuerpo activa cuando percibe una amenaza.
Pero cuando esa alarma nunca se apaga —cuando hay inflamación crónica—, lo que antes era protección se vuelve desgaste.
Y el cuerpo empieza a gritar:
• Con hinchazón que no se va
• Con insomnio, fatiga o niebla mental
• Con dolor en articulaciones, acné, desequilibrios hormonales
• Con ansiedad sin causa aparente
La inflamación no solo viene de lo que comemos.
También viene de lo que no decimos, no sentimos, no soltamos.
El cuerpo no solo digiere comida
El cuerpo digiere emociones.
Tu hígado no solo filtra toxinas: también filtra rabia, frustración, exceso.
Tu intestino no solo absorbe nutrientes: también absorbe cómo vives y cómo piensas.
Tu linfa no solo drena residuos: también drena vínculos, ambientes, pensamientos.
Y cuando esos sistemas están sobrepasados… la inflamación sube, y la conexión con tu esencia se apaga.
Inflamación física = desconexión energética
Un cuerpo inflamado vive en alerta.
Y cuando estás en alerta, no puedes manifestar, ni conectar con tu intuición, ni regular tus emociones.
Solo sobrevives.
Por eso, muchas veces no es que no sepas meditar, manifestar o sentirte plena.
Es que tu cuerpo está inflamado y tu energía está fragmentada, intentando volver a su centro.
¿Cómo volver?
No es solo dejar el gluten o tomar suplementos.
Es empezar a mirar qué estás sosteniendo que ya no te pertenece.
Es preguntarte:
– ¿Qué me está pidiendo mi cuerpo que libere?
– ¿Qué emociones estoy reteniendo?
– ¿En qué momento dejé de priorizar mi presencia?
Sanar no es hacer más.
Es escuchar más.
Escuchar tu cuerpo sin juicio.
Y crear un entorno —interno y externo— donde puedas sentirte segura, nutrida y completa.
El alma nunca se desconecta… somos nosotros quienes nos alejamos
Cuando desinflamas tu cuerpo, regulas tu energía y liberas lo que pesa, la conexión vuelve.
La claridad se enciende.
Tu frecuencia sube.
Y tu alma puede expresarse libremente a través de ti.
El cuerpo deja de gritar, porque por fin fue escuchado. Y tú, por fin volviste a casa.

